“La mentalidad artística de Gaudí se basa en la prueba constante” Entrevista a Juan José Lahuerta Director de la Cátedra Gaudí

Juan José Lahuerta es arquitecto, director de la Cátedra Gaudí de la Universitat Politècnica de Catalunya y profesor de Historia del Arte y la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Ha publicado libros sobre temas de historia del arte y la arquitectura de los siglos XIX y XX, entre los cuales destacan 1927. La abstracción necesaria y Antoni Gaudí, 1852-1926.
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3 de marzo de 2021

Como punto de partida bien vale la pena extraer dos párrafos del texto de presentación de la Cátedra que usted dirige: es evidente que la situación, la percepción, la definición y la importancia de la figura de Gaudí han cambiado radicalmente en los sesenta años de existencia de la Cátedra. De ser un arquitecto discutido y relativamente desconocido internacionalmente, Gaudí se ha convertido en el arquitecto más popular y, sin duda, el único que concentra grandes multitudes de turistas llegados en autocares ante las puertas de sus edificios. El arquitecto ha pasado de ser una excentricidad algo incómoda en el panorama de la ciudad con voluntad “noucentista”, a ser el puntal indiscutible del gran negocio turístico en el que se ha convertido Barcelona.

De modo que, paradójicamente, actualmente ya no se trata ahora de rescatar a Gaudí del olvido y la marginación histórica, ni de salvarlo de la indiferencia y del peligro de destrucción que amenazaba a su obra en una ciudad que no necesitaba comprenderlo, sino de rescatarlo de su propio “éxito”, que lo conduce hacia una nueva y más sutil, pero más demoledora aún, destrucción: la del más terrible desconocimiento -más terrible porque es condición necesaria de su banalización-, agravando el riesgo de una nueva desaparición de los caminos de su comprensión científica.

¿Qué acciones, actividades y proyectos realizan desde su Cátedra para salvar a Gaudí de su propio “éxito”?
Cuando fue creada la Càtedra Gaudí, tenía como misión proteger la obra de Gaudí en términos materiales, en un momento en el que el peligro de que algunos de sus edificios desaparecieran o fueran transformados, era muy cierto. En este instante, esta misión asume características distintas, que tienen que ver con algo que en los años 50 no existía, es decir, la explotación comercial masiva de Gaudí.

Gaudí es probablemente el único arquitecto de la modernidad verdaderamente popular, pero -atención- cuando digo popular me refiero exclusivamente a su poder mediático y de consumo. El interés por Gaudí no está reservado a los especialistas o a los estudiantes de arquitectura, como ocurre con los arquitectos más famosos del siglo, pero eso, paradójicamente, no es una ventaja, sino justo al revés, una pérdida, porque tiene su origen en la industria turística y en su explotación intensiva, y no en las necesidades patrimoniales o de conocimiento de una sociedad consciente. Las colas de turistas que se acumulan a las puertas de sus edificios, literalmente, los cierran a la ciudadanía, la ahuyentan. La obra de Gaudí, pese a sus millones de visitantes, ha sido amputada de sus valores culturales y sociales, de su sentido patrimonial en los términos más amplios -que sería otro modo, más auténtico, de entender lo popular- y convertida en parque temático, en puro “entertainment”. La CG tiene que estar atenta al uso y a la degradación que inevitablemente se produce cuando obras tan frágiles como las de Gaudí son explotadas con considerable avaricia, intentando incrementar más y más el número de turistas -hablamos de millones al año- que se pasean por estos abarrotados edificios, los cuales fueron casi siempre pensados para un uso doméstico. La CG tiene que ser crítica con esto. Pero hay otra cuestión: es necesario impulsar el conocimiento de Gaudí no en términos comerciales, que significa caer en el tópico fácil y en la invención mítica - y, en fin, en la mentira-, sino en términos científicos, que es la premisa para devolver a Gaudí a una ciudadanía con espíritu de lo colectivo. Por eso es tan importante encontrar medios para poder catalogar, restaurar, digitalizar y poner a disposición de la sociedad su inmenso archivo.

El desarrollo de la plataforma web de acceso abierto a la documentación de los fondos patrimoniales de la Cátedra es un trabajo ingente, ¿en qué punto están actualmente?
Lo primero que hicimos cuando llegué a la CG fue diseñar un programa de inventariado, catalogación, digitalización y acceso web de los fondos de la cátedra, que son ingentes: unos 120.000 ítems entre los que se encuentran documentos, dibujos, fotografía, biblioteca y muebles y objetos originales diseñados por Gaudí. Se trata de un fondo que, además de todo el material relacionado directamente con el arquitecto, ofrece una visión extraordinaria de la historia de la arquitectura, del urbanismo, de la construcción y de la técnica desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días: es decir, de lo que entendemos por modernidad. Hay fondos de Gaudí, como por ejemplo sus dibujos de estudiante, que forman una colección absolutamente extraordinaria, pero también de algunos de sus colaboradores, como Berenguer o Jujol.

Hay fondos documentales muy importantes desde el punto de vista de la historia de la construcción en nuestro país y nuestra ciudad, como por ejemplo el fondo prácticamente completo de los hermanos Bayó, los constructores de La Pedrera y de otras obras de Gaudí. Hay fondos fotográficos igual de extraordinarios, como por ejemplo el de la Editorial Canosa, donde apareció la primera biografía de Gaudí. Y así podríamos continuar. Pero la verdad es que de esos más de 120.000 ítems, que incluyen unos 70.000 documentos y dibujos, 44.000 fotografías antiguas, 4000 libros, sobre todo del siglo XIX y principios del XX, 80 objetos originales... tan solo un 10 % está inventariado -ya no digo digitalizado, sino solo inventariado-, y, en el caso de los fondos documentales, por ejemplo, ¡solo un 2%! En estos últimos dos años hemos podido avanzar en estos trabajos, gracias a una subvención de la Direcció General de Patrimoni de la Generalitat, y a otras ayudas más puntuales, como una de la Fundació La Pedrera. También hemos cerrado un convenio muy importante con el Museu del Disseny, de depósito de una treintena de objetos originales de Gaudí, que serán expuestos próximamente en sus salas. Pero continuamos sin un presupuesto adecuado por parte de la Universidad y de la Escuela de Arquitectura, y sin el personal ni los medios materiales necesarios. Es una lucha que, más allá de los problemas de la propia CG, nos habla muy bien de la miseria de nuestro país en lo que se refiere a patrimonio y cultura, y nos da una buena idea -no seamos ingenuos- de por qué la obra de Gaudí ha podido ser alienada como bibelot turístico hasta el punto en que lo ha sido.

Una consecuencia del COVID es una reducción global nunca vista de turistas, ¿es un buen momento para reflexionar y replantear cómo mejorar la aproximación museográfica a las obras de Gaudí?
No me gusta pensar que una desgracia como la de la pandemia causada por el coronavirus pueda ser el motivo de reflexionar sobre las cosas que antes de la pandemia estaban mal. Se trata de una relación de causa a efecto que tiene mucho de consolación hipócrita, porque está claro que en cuanto esto pase, y de un modo u otro la pandemia pasará -otra cosa son sus consecuencias económicas y sociales, que serán tremendas-, lo que la explotación comercial de Gaudí pretenderá es volver a las cotas de antes del coronavirus y superarlas. Estamos en un impasse que se tiene que llenar con buenas palabras, pero esa no es la cuestión. La cuestión es crear una visión distinta de la ciudad, de su “uso” y del papel de Gaudí en este uso. Es muy difícil, porque la gran mayoría de los edificios de Gaudí son privados, y su rendimiento también. La explotación de los edificios de Gaudí no cambiará con el COVID, sino con una política adecuada respecto al modelo turístico-social, cultural, patrimonial - de Barcelona, y eso requiere una gran lucidez y valor por parte de nuestras administraciones y, cómo no, de la ciudadanía.

La omnipresencia de la obra de Gaudí en Barcelona llegará a su clímax máximo con la finalización de la Sagrada Familia en pocos años, pero el mantenimiento y conservación de todas sus obras es ya en sí mismo un reto continuo. ¿En qué estado de conservación y mantenimiento se encuentran las obras de Gaudí?
Como decía antes, la explotación masiva -millones de visitas al año- de unas obras tan frágiles como son las de Gaudí, en su mayor parte pensadas para uso doméstico, genera unas contradicciones que son inasumibles si no cambia radicalmente el modelo de esa explotación, la cual, de momento, está dirigida única y exclusivamente a los turistas. Antes me preguntaba usted sobre la situación respecto a la irrupción del coronavirus: pues la verdad es que, en el momento en que las obras de Gaudí se han vaciado de turistas, han ocurrido dos cosas: por un lado, las que han cerrado, han dejado ver la peor cara de la situación, es decir, cómo esas obras se han convertido en una especie de caparazón vacío, que no “sirve para nada” si no hay turistas, lo cual es terrible; por otro, algunas obras de Gaudí como el Park Güell, que es, junto con el Palau Güell, prácticamente la única pública, han empezado a recibir visitas de barceloneses, que durante años habían sido literalmente expulsados de ellas. Era una delicia ver la alegría de quienes -como yo-, “regresaban” al Park Güell, a lo que es suyo porque es público, pero que habían visto cómo les era negado durante tanto tiempo. Hay que pensar en estas dos cosas, pero lo que está claro es que dos o tres millones de vi- sitantes al año en un piso del Ensanche o en una casita aquí o allá, no pueden provocar más que, de un modo u otro, su alienación o, peor, su destrucción. Para ser más claro: la conservación de la obra de Gaudí es incompatible con varios millones de turistas al año y con una gestión que sigue solo modelos de explotación privada.

La Sagrada Familia, además de ser la única obra inacabada, siempre es noticia, ya sea por la falta de un permiso de obra, por su impacto urbanístico, por el paso inferior de las líneas ferroviarias o por el debate sobre la interpretación de los planos que realizó Gaudí, ¿qué opina al respecto?
La verdad es que el modo de trabajar de Gaudí tiene como uno de sus principios lo inacabado, en el sentido en que Duchamp describía la situación de su Grand Verre: “definitivamente inacabado”. La iglesia de la Colonia Güell estaba “definitivamente inacabada”, pero, desgraciadamente, cuando se hizo su “restauración” hace algunos años, se quiso acabarla definitivamente, y hasta se puso una lápida, como en una tumba. También la azotea del Palau Güell estaba “inacabada” y la quisieron “acabar”. Y lo mismo ocurre con la Sagrada Familia, que es el edificio emblemático desde el punto de vista del éxito popular y turístico de Gaudí, además del lugar al que él dedicó la mayor parte de su vida y energías, y donde tenía su obrador.

Creo, sin embargo, que la discusión sobre acabar o no la Sagrada Familia no tiene ya ningún sentido: la Sagrada Familia, guste o no guste, se va a acabar. Otra cosa es si el proyecto que se está construyendo responde o no al “proyecto” de Gaudí. Personalmente opino que la obra de Gaudí se construía con su presencia, con sus manos, con sus maquetas, con sus bocetos, y que la mentalidad artística de Gaudí es heurística, es decir, basada en la prueba constante, en el cambio constante, en el tanteo, en la experimentación constante a pie de obra: todo lo contrario, en fin, de un “proyecto” entendido como documento acabado frente al que la obra tiene que responder punto por punto. Por eso sus edificios no están acabados: aquí reside una de las contradicciones de la obra de Gaudí, y uno de los motivos de su grandeza. Pero para explotar la obra de un artista uno no puede basarse en empirismos, sino en el concepto de “autoría”. Hay que contar con una especie de “opera omnia”, acabada y cerrada, y en el caso de la Sagrada Familia con un “proyecto” de Gaudí que, como tal, estrictamente, nunca existió. Respecto a la Sagrada Familia que se ha ido construyendo tras la muerte de Gaudí y sobre todo en las últimas décadas -y al margen de sus méritos-, tal vez sería más honesto hablar de “gaudinismo”.

¿Cómo cree que evolucionará en el futuro el fondo y la figura de Gaudí?
No tengo una bola mágica, pero creo que de las respuestas anteriores puede deducirse con bastante claridad lo que pienso. Se tiene que cambiar el modelo de explotación de nuestra ciudad y se tiene que cambiar ese dejar la obra de Gaudí en manos de la explotación turística, de los índices de visitas y beneficios, y del “entertainment”. Y también se tiene que apoyar sea el estudio científico, sea la divulgación de alta calidad de la obra de Gaudí, para escapar por fin a los tópicos y a las visiones míticas o interesadas, o a las apropiaciones fraudulentas. Las administraciones, y el Ayuntamiento de Barcelona en particular, tienen en ello una gran responsabilidad: habrá que ver cuándo se atreven a asumirla. La CG encontraría aquí su papel, pero para eso necesita medios de los que, de momento, no dispone. 


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